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El Muralismo

 

            Entendemos que un mural siempre es político: su dinámica y su carácter colectivo, nos coloca necesariamente en una posición determinada frente al trabajo: discusión de ideas, diálogo, mediaciones, selecciones, distribución de tareas y de roles. Y su carácter público, obliga a la concientización del otro, a tomar una posición acerca de qué es lo que elegimos comunicar en este determinado momento y lugar, qué es lo que este muro está necesitando decir y traducirlo a un lenguaje estético.  Así, nuestro lenguaje es necesariamente monumental, figurativo y expresivo.

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            Nuestra concepción del mural se corresponde con la línea de trabajo de los grandes maestros mexicanos - Siqueiros, Rivera, Orozco, Camarena y Tamayo- y de quienes luego los continuaron localmente: Ricardo Carpani, Lino Enea Spilimbergo y Antonio Berni, entre otros. Por lo tanto entendemos al muro, no como una pared en sí misma, sino como un conjunto de paredes que conforman un determinado espacio.

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         Recorremos un largo camino antes de realizar un mural: Estudiamos el muro, sus medidas, direcciones, tránsitos peatonales y vehiculares, su entorno y funcionalidad. A partir de la observación y primer contacto con el muro, realizamos los bocetos de valor y color, siempre respetando la información recogida. Realizamos modificaciones poliangulares, de color, forma, buscando favorecer la unidad de la obra y la fácil lectura del espectador. Una vez resuelto todo en el boceto y maqueta, salimos a la calle a trabajar.

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           El espacio público nos propone diversos juegos desde el primer momento. La elección del muro en sí mismo, ya es una invitación que éste nos hace a intervenirlo. El mural como medio de intervención, permite con su carácter colectivo, la inclusión de la gente que vive o transita cotidianamente el lugar. Propicia un anclaje territorial y enriquece el sentido de pertenencia de las personas que intervienen en su realización.

         

         Como docentes, el carácter inclusivo del muralismo, nos permite aplicar contenidos plásticos a través de una disciplina en la que no sobresalen las cualidades estéticas de algunos, sino, la creatividad y desarrollo grupal, dando lugar a que aquellos más dubitativos a la hora de expresarse, puedan hacerlo de manera más afianzada a través de la tarea colectiva.

 

             La calle, la gente, el mural, nos han enseñado cómo la corta o larga participación de una persona en su realización, cambia su perspectiva acerca de la plástica (arte lejano en inaccesible para algunos) y genera mayor confianza y motivación.

 

              Elegimos el arte como un modo de vida y al muralismo como disciplina de comunicación social. La gente se transforma gracias a su carácter colectivo: muchas veces sentimos que solos no podemos, el mural nos enseña y da ejemplo de que juntos podemos más...

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